domingo, 22 de abril de 2007

Biscet: Simbiosis de Gandhi y de Maceo


Por Alfredo M. Cepero.

Desde La Habana, Elsa Morejón Hernández lanza al mundo un llamamiento urgente en el que pide ayuda para lograr la libertad, o por lo menos un tratamiento humano, para su esposo el preso de conciencia Dr. Oscar Elías Biscet González. Desde Oviedo, en España, el poeta Efraín Canellas encabeza una campaña que no por infecunda dejó de ser hidalga donde se postula a Biscet para el premio Príncipe de Asturias. Entre las organizaciones protectoras de la vida en todo el mundo, el Dr. Biscet es admirado como el hombre que denunció el aborto indiscriminado y sistemático que hasta nuestros días lleva a cabo el régimen comunista de Cuba con la publicación de su obra “Rivanol: Un método para destruir la vida”, en abril de 1998. En Miami, en un exilio que se niega a olvidar la patria pero que muchas veces carece de dirección y liderazgo, se le contempla como una luz de esperanza en nuestro ya largo camino hacia la libertad y la democracia. Y en el mundo intrincado, rápido y efímero del internet se especula sobre la posibilidad, no solamente remota sino totalmente carente de toda base real, de que el Dr. Biscet pudiese algún día aspirar a un cargo público.
Pero este hombre es demasiado complejo para poder ser enmarcado dentro de cualquier categoría específica y mucho menos simplista. En primer lugar, no ha dado hasta ahora muestras de buscar el poder político o la aprobación de las multitudes. Su empeño en proteger la vida de los non-natos y defender la libertad de sus conciudadanos no le deja tiempo para ocuparse de esas pequeñeces. En su mensaje de rebeldía no encontramos un sólo adarme de odio a ningun semejante. Combate la opresión sin odiar al opresor, denuncia la injusticia sin el más mínimo asomo de venganza y lucha por los oprimidos arriesgando su bienestar y la seguridad de su destino. Todo parece indicar que este médico del cuerpo se ha propuesto nada menos que curar el alma nacional cubana. Como decía mi abuela cuando me advertía de algún peligro: “Ojala que Dios lo coja confesado”. Porque esta no es una labor para cualquier político, para cualquier médico o para cualquier ciudadano por muy hábil e inteligente que pueda ser. Es una empresa de proporciones gigantescas que demanda la fuerza de carácter y la generosidad extrema de quienes sacrifican su felicidad personal en aras de la felicidad de su pueblo. De ahí su similitud con Mahatma Gandhi.
Ahora bien, si acabamos de decir que Biscet no puede ser enmarcado con facilidad no podemos incurrir en el error de encajarlo en el molde del padre de la nación india. Si en su prédica encontramos ingredientes de la filosofía de Gandhi; en su conducta, su personalidad y hasta en su físico sobresalen indiscutibles características de Antonio Maceo. No el Maceo de Mal Tiempo y Palo Seco sino un Maceo del Siglo XXI. Un Maceo para nuestros tiempos donde estamos enfrascados en una lucha que demanda otros métodos.
Sin embargo, la estrategia de Biscet del cambio sin violencia está tan llena de riesgos y demanda tanto estoicismo y valor personal como las condiciones y características que rodearon la vida del General Maceo. En cuanto a los riesgos, todos los cubanos hemos escuchado anécdotas espeluznantes sobre las formas drásticas y eficientes de la tiranía para eliminar a sus adversarios, sobre todo aquellos infelices que guardan prisión. Y si hablamos de estoicismo y valor personal, quién sino un hombre con esas características en grado sumo habría sido capaz de mantenerse firme en sus principios después de haber sido encarcelado 26 veces en 9 años. Nueve años durante los cuales ha respirado el aire de la libertad por sólo 36 días. Porque después de haber cumplido una condena de tres años en el 2002, fué inmediatamente encarcelado de nuevo y condenado a 25 años de prisión. No en las celdas pulcras, espaciosas y con comodidades que le son proporcionadas a los reclusos en los paises civilizados. Sino en las celdas malolientes, lúgubres, infestadas de pulgas y desprovistas hasta de colchones con que las tiranías se regocijan en mostrar su ensañamiento contra quienes se atreven a pensar diferente y retar la infalibilidad oficial.
Asimismo, en el colmo de la barbarie y como método mezquino para quebrar su voluntad, a Biscet se le ha negado, a veces durante meses, el alivio de recibir la visita de su esposa y hasta de su señora madre. Tampoco se le ha proporcionado asistencia médica para sus múltiples dolencias físicas como una alta presión arterial y un constante sangramiento de las encías que le ha hecho perder casi la totalidad de sus dientes. Pero si despiadadas han sido las torturas, gigantesca ha sido la entereza del preso para desafiar a sus carceleros y sobrellevar una situación que para otros habría sido precaria. Después de estar un tiempo privado de la miserable y fétida colchoneta que reciben los reclusos, Biscet decidió un día que le resultaba más saludable dormir sobre la loza fría de su celda. De esta forma, aprendiendo a vivir privado de comodidades básicas y manteniendo la integridad de sus principios, Biscet se ha declarado libre de sus carceleros y dueño de su propio destino. Un destino que muy bien podría llevarlo un día a desempeñar un papel destacado, no sólo en la conquista de nuestra libertad, sino en la sanación de las profundas heridas que han inflingido sobre nuestro pueblo sus opresores de casi medio siglo. No podemos esperar nada menos de este ferviente discípulo de Gandhi e hijo indiscutible de Antonio Maceo.

Miami, Florida, 23 de abril del 2007