viernes, 20 de abril de 2007

Espíritus inmortales de una Isla

por Laida Carro

¿Qué motiva al ser humano a sacrificarlo todo en nombre de principios e ideales eternos como son la libertad y la justicia? ¿Quienes son estos hombres y mujeres que se repiten a lo largo del tiempo y el espacio? La historia universal recoge hermosas hazañas heroicas de estos espíritus inmortales que, desinteresadamente, nos enseñan lo que es el decoro, el valor, la tenacidad, entregándose a cualquier precio por amor al prójimo y un mundo mejor.

Para la humanidad, una isla en el Caribe escribe con sangre hace 45 años, los nombres de sus mejores hijos en el peor capítulo de su historia. Soldados del bien de todas las razas, sexos, niveles sociales, profesiones y edades han sufrido y hoy sufren lo indecible en Cuba, donde todo lo intrinsicamente perverso ha proliferado ante la indiferencia de un mundo secuestrado por la maquinaria propagandística de un régimen totalitario cuyo único objetivo es mantenerse en el poder.

En Cuba, “… porción de la humanidad…en que me tocó nacer”, a través de ese ambiente fétido, siniestro y malvado, se asoman luces, estrellas que alumbran el camino de los ciegos, estremecen la conciencia de un pueblo sumido en la esclavitud creando paraísos para que otros sueñen a través de su ejemplo y sacrificio. Son los espíritus inmortales de una isla que no se resigna a vivir sometida.

Soy testigo de la continuidad del heroismo de un pueblo que dentro y fuera de su geografía siempre ha vivido con la frente en alto. El 12 de octubre de 1960, el mismo gobierno que hoy subyuga a mi patria llevó a cabo el fusilamiento en masa en Santa Clara de cinco hombres dignos: Porfirio Remberto Ramírez, Sinesio Walsh Ríos, Angel Rodríguez del Sol, José Palomino Colón y Plinio Prieto Ruiz. Ellos no fueron los primeros ni han sido los últimos en caer en Cuba en nombre de la verdad pero, me toca de cerca este crimen impune por ser este último, Plinio Prieto Ruiz, hermano de mi madre.

Cuarenta y cuatro años en la distancia y vinculada hoy, directamente, a la valiente oposición cubana, recuerdo el momento que viví de niña, no libre de angustia pero más que nada, consciente de la realidad que, “la esencia” de estos hombres ejecutados hace cuatro décadas sigue vigente, presente en el alma de los que hoy claman justicia en la isla de Cuba.

En marzo de 1998, comencé a colaborar directamente desde el exilio con un compatriota en la isla, amante de La Declaración Universal de los Derechos Humanos: el Dr. Oscar Elías Biscet, quien profundizó mi conocimiento de una patria que solo viste dolor y miseria. Un país que proclama la muerte sobre la vida, la violencia sobre la paz, el odio sobre el amor y la mentira sobre la verdad. Me identifiqué con un cubano sencillo y humilde, un hermano, que honraba a Cuba y su profesión de medico con su determinación, su valentía y sus sabias y justas ideas.

He sido testigo como, desde su dura trinchera, ha sufrido junto a su familia la represión incesante que padecen y han padecido todos los que se enfrentan al regimen imperante, haciendo lo que exige el momento con esperanza y mucha fé en Dios sin mirar hacia atrás ni una vez.

Las hermosas palabras escritas por el Dr. Biscet en una carta a su esposa en el año 2000, desde la prisión “Cuba Sí” en Holguín, es el testimonio de todo un pueblo que se repite:

“Recuerden que he lidiado con la miseria, el dolor y la muerte frente a frente y nunca han podido doblegar mi alma, porque vivo para disminuir estos sufrimientos a la humanidad y, aunque no los pueda erradicar, el maligno tiene que reconocer en mi un rival eterno que no enfundará su espada de la justicia, aunque estos tres contrincantes se me enfrenten a la vez.”

Estos rivales eternos que no han enfundado sus espadas de la justicia son los hombres y mujeres de sacrificio que nunca le han faltado a Cuba.

Por eso, todos los cubanos en la isla y en el exilio, rememoremos nuestros héroes cubanos como ellos mismos quisieran que lo hiciéramos: firmes en nuestro compromiso a todos los caídos y encarcelados de ayer y de hoy a continuar con la pasión y el mismo alto sentido del deber con que ellos enfrentaron la vida por amor a Cuba. Con orgullo, recordemos el pasado con los hechos del presente apoyando los que hoy honran la lucha de ayer.

Según el sacerdote que confesó a los que fueron fusilados el 12 de octubre de 1960, las últimas palabras de mi tío Plinio Prieto Ruiz fueron: “muero con una fé a plenitud en Dios y en los hombres”. Desde su cárcel, cuarenta y cinco años después, el Dr. Biscet y cientos de espíritus inmortales le hacen tributo a este pensamiento.

Laida Arcia Carro
Activista por los Derechos Humanos
Directora de la Coalición de Mujeres Cubano Americanas